Miedo a una relación.

Cartas al pasado

Diego García, M.D CEO

Estar en una relación sentimental es sinónimo de muchas cosas, pero sin lugar a dudas es algo muy poderoso. Las relaciones amorosas han marcado el camino de la humanidad en la tierra, un camino que ha tenido diferentes matices. No siempre las historias de amor tienen un final feliz, también pueden tener tintes oscuros y difíciles, al igual que las tragedias griegas. Las parejas pueden ser la causa de la creación, como Adán y Eva, o de la destrucción, como en la guerra de Troya. El amor y las relaciones, además de ser un excelente motivante para las personas, también son un tema comercialmente atractivo, ya que obras de teatro, libros, música, películas y novelas aprovechan el efecto que tienen las relaciones en nosotros para inundarnos de mercancía. Incluso tenemos un día en el año dedicado a celebrar el amor y la amistad.

Nacemos como resultado de una relación y crecemos en medio de relaciones, ya sea propias o a través de series de televisión o vecinos. El amor y las relaciones nos rodean. Debería ser cómodo desenvolvernos en ese medio, expresando lo que sentimos y estableciendo relaciones positivas para nuestras vidas. Te invito a reflexionar sobre tus relaciones pasadas, incluso la actual, e intentar hacer un balance. ¿Fue más positivo o negativo? ¿Por qué terminó la última relación o amistad? No se trata de buscar culpables o sentirnos mal, sino de entender que, a pesar de crecer en un entorno aparentemente amoroso y lleno de relaciones, nos cuesta vivir en el amor y tener relaciones saludables.
En este punto surgen dos interrogantes que probablemente estés pensando ahora mismo: ¿Por qué sucede eso? ¿Soy un bicho raro que no encuentra el amor ni relaciones sanas o positivas? Lo primero que debemos dejar claro es que todos somos diferentes, aunque compartamos algunas características y gustos, incluso en esos gustos existen diferencias. También debemos recordar que todos tenemos la posibilidad de amar y ser amados, como escribió Victor Hugo: “La felicidad suprema en la vida es tener la convicción de que nos aman por lo que somos, o mejor dicho, a pesar de lo que somos”. Respondiendo a la primera pregunta, esto ocurre porque las relaciones en las que crecemos, ya sean las de nuestros padres, vecinos, libros o televisión, no son del todo sanas, siempre existen inconvenientes. Alguien dirá que las relaciones perfectas no existen, pero yo considero que una relación imperfecta es perfecta, ya que son en esas imperfecciones vividas y experimentadas por la pareja donde ambos crecerán y fortalecerán ese vínculo aún más. No se trata de evadir responsabilidades o decir que si somos perfectos nunca pelearemos o discutiremos, sino de realmente conocernos y apreciarnos a pesar de nuestras imperfecciones, sentirnos plenos y felices en la relación. Si es así, ¡felicidades!, han encontrado el camino. Pero para aquellos que aún estamos en búsqueda, debemos comenzar a cuestionarnos y entender que siempre hay aspectos a mejorar, lo cual nos permitirá crecer. Si creemos falsamente que vivimos en un cuento de hadas donde todo es perfecto, solo estaremos engañándonos a nosotros mismos, y la realidad nos alcanzará en esos momentos de soledad y tristeza que todos experimentamos. En esos momentos, a veces no nos sentimos tan cómodos como creemos en la relación. Pero poco a poco vamos encontrando nuestro camino. Si algo está mal, lo arreglamos y lo hacemos con nuestra pareja.

Recuerda que en una relación somos dos, y para que funcione, ambos deben estar comprometidos. De nada sirve que uno de los dos entregue el 200%, ya que eso solo representa el 50% de la relación. Creer falsamente que todo es perfecto es como caminar sobre un lago congelado, avanzaremos, pero no sabemos dónde el hielo es más frágil y lo peor de todo es que no sabemos cuál de los dos se va a hundir, generalmente uno arrastra al otro.

La segunda respuesta es NO, no eres un bicho raro que no encuentra el amor ni relaciones positivas. Para tranquilidad de todos, todos somos bichos raros. Cuando llegamos a una relación, llegamos con nuestros miedos, dudas e incertidumbres, preocupados por lo que dirán nuestra familia, amigos, los celos y todas esas deudas emocionales que no hemos resuelto. Por otro lado, la otra persona puede llegar con las mismas preocupaciones. Entonces, es complicado que una relación funcione con todo eso en juego, especialmente si desde el principio estamos pensando que va a salir mal. Es normal tener miedo, especialmente a lo desconocido. Imagina entrar a una cueva con los ojos cerrados y que te digan: camina. No sabes con qué te vas a encontrar, animales, ríos, una caída. No es frecuente que, si eso nos sucede, corramos hacia adelante. Iremos paso a paso, analizando el terreno con los pies, las manos, los oídos y el olfato, pero avanzamos despacio. Entonces, ¿por qué corremos muchas veces hacia relaciones donde no conocemos bien al otro? Y después nos quejamos de que nos caímos, de que salimos con las rodillas raspadas o un golpe en la cabeza, pero en realidad, salimos con el corazón y los sentimientos lastimados.
La vida, tu vida, se vive en cada segundo, pero no siempre somos conscientes de ello. Creemos que todo debe ser rápido y que además debe salir bien, porque si no, es un fracaso. Y nos da pereza que se den cuenta de eso. Escuchamos comentarios como “yo se lo dije, eso le pasa por salir con él o ella”. Nos sentimos juzgados y no apoyados. Y decidimos entonces cerrarnos y seguir aprendiendo a través del dolor en lugar del amor.

Disfruta cada momento, con calma, despacito como la canción de Luis Fonsi. Disfruta de conocer al otro y de conocerte a ti mismo. Vive sin miedo y disfruta al máximo cada etapa de tu vida y de una relación.

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