Nuestro cerebro está más acostumbrado a lo negativo que a lo positivo. Por ejemplo, la mayoría de las noticias en los medios de comunicación son negativas. Incluso en el ámbito académico, se suele poner mayor énfasis en lo negativo. Estos factores dificultan la manifestación de cosas positivas en nuestras vidas y mantener una motivación a largo plazo. Por lo tanto, es crucial cambiar esta estructura mental.

Sin embargo, convertirse en un pensador positivo no es tan simple como decidirlo de la noche a la mañana. Requiere un enfoque integral que involucre los aspectos de la mente, emociones, cuerpo y acciones. Educando a nuestro cerebro desde estos cuatro aspectos, podemos lograr cambios significativos en nuestra vida diaria.

Al final del día, nuestra realidad es el resultado de lo que pensamos y decimos de nosotros mismos. Por eso, es fundamental que nuestros pensamientos estén alineados con oportunidades, apertura al cambio, alegría y amor. Estos pensamientos positivos se reflejarán en nuestra forma de hablar acerca de los demás, pero sobre todo en cómo nos hablamos a nosotros mismos.

Es importante reflexionar sobre cómo nos tratamos internamente. ¿Somos amables con nosotros mismos? ¿Nos animamos y felicitamos con frecuencia? Es momento de cultivar el amor propio, querernos y respetarnos. Mejorando la forma en que nos comunicamos con nosotros mismos.